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El pasado mes de abril tuve el privilegio de documentar la historia de Sofía y Erick, una pareja que decidió celebrar su amor rodeados de naturaleza, familia y mucha emoción. La boda tuvo lugar en el encantador Rancho San Isidro, ubicado en Lagunillas, Michoacán. Este lugar, enmarcado por montañas y cielos abiertos, fue el escenario perfecto para una celebración íntima, auténtica y profundamente significativa. Desde el primer momento, se sintió que esta no sería una boda más: era una historia construida con paciencia, cariño y complicidad.
La ceremonia se llevó a cabo al aire libre, con una vista espectacular del campo michoacano. Los novios intercambiaron votos bajo una estructura rústica decorada con flores silvestres y tonos cálidos que armonizaban con el paisaje natural. Sofía caminó hacia el altar acompañada de una emoción que se sentía en el aire, mientras Erick la esperaba con los ojos llenos de ternura. La atmósfera era mágica: risas suaves, miradas cómplices y una conexión real entre cada uno de los invitados. Fue de esas ceremonias donde no solo se celebra el amor de los novios, sino también el de las familias que se unen.
Después de la ceremonia, la recepción fue una mezcla perfecta entre lo tradicional y lo relajado. La música, la comida local, los detalles hechos a mano y las luces cálidas crearon un ambiente lleno de vida. Uno de los momentos más especiales fue al atardecer, cuando hicimos una pequeña sesión en los alrededores del rancho: sólo ellos dos, rodeados de montañas, viento suave y esa luz dorada que los envolvía como una caricia. Es en ese tipo de instantes donde me doy cuenta de por qué amo lo que hago. Gracias, Sofía y Erick, por confiarme la misión de capturar lo invisible: el amor real, los nervios bonitos y los momentos que merecen ser recordados para siempre.
